Publiqué tres veces. Formé parte de dos antologías y concluí una novela que llevaba tiempo con ganas de escribir.
Pero me voy a centrar en las Antologías en esta entrada. Una experiencia por demás interesante. Lo he dicho muchas veces, no me siento cómoda con los relatos y los cuentos. Y si en una antología le sumamos el compromiso con los colegas, se me hace un combo difícil de manejar. Pero qué rendidor, que rico y productivo puede ser.
Lo cierto es que en la Antología Solidaria 14 Corazones a través del tiempo, pude por fin jugar con la historia de mi país en mi relato "Tras la batalla te espero" y sinceramente me encantó. Tengo un gran cariño por Rufino y Alba.
Les dejo un poquito de mi relato....
Buenos
Aires, febrero 1852
Se respiraban vientos de cambio. Hacía semanas que de un lado y otro del
ancho Río de la Plata, flotaban noticias que agitaban los ánimos y avivaban la
esperanza. La última información recibida aseveraba que el General Justo José
de Urquiza había cruzado el Paraná y, a paso sostenido, se adentraba en la
provincia de Buenos Aires. Algunos manifestaban que el gobernador de Entre Ríos
y su ejército Grande triplicaban en número a las tropas porteñas; otros aseguraban
que el Restaurador estaba al tanto de los movimientos del entrerriano, y así,
como en un principio había hecho oídos sordos a la información que le acercaban
desde el litoral, pensaba enfrentar en persona la osadía del traidor para
darle, frente a todos, un escarmiento memorable. El enfrentamiento era
inminente, el desenlace incierto.
Mientras bordaba en la sala de la residencia, Alba
escuchaba, sin emitir palabra, las novedades que su padre comentaba a su madre.
En el aire se respiraba la tensión de la batalla, decía él. De lo que podría
suceder en las próximas horas dependía el futuro de muchos, exclamaba
preocupado. Alba tragó procurando suavizar la angustia. Ya no había dudas; para
bien o para mal todo estaba a punto de concluir y ella seguía sin tener
noticias de Rufino. El largo silencio la empujaba a las peores conjeturas; pero
el palpitante corazón de Alba se negaba a aceptar lo peor. A esa altura, había
perdido la noción de la cantidad de cartas que había escrito y él no había
contestado durante los últimos meses.
Dos largos y angustiantes años habían transcurrido
desde que su amor se había visto obligado a partir al exilio y, en todo ese
tiempo, no había pasado un día sin que Alba elevase plegarias al Santísimo
implorando por su bienestar y regreso. Nadie estaba al tanto de la relación y
el amor que los unía, y era Alba la que cuidaba que así siguiera.
Apesadumbrada, evocó el rostro de Rufino perdiéndose
en los recuerdos del poco tiempo compartido. Se habían conocido en casa de los
Alconada durante los festejos del 25 de mayo de 1849 donde las familias más
distinguidas de la ciudad se dieron cita. Alba había arribado junto a sus
padres y fueron recibidos por los dueños de casa que, como buenos anfitriones,
aguardaban a los invitados en la entrada principal de la residencia. Los
acompañaba un joven alto, delgado, de porte galante, a quien la señora Alconada
presentó como su sobrino, hijo de su hermano, que acababa de llegar de Europa y
pensaba quedarse un tiempo entre los porteños. En el preciso momento en que sus
miradas se encontraron ambos acusaron el impacto. A Alba le pareció el hombre
más apuesto, elegante y distinguido que hubiera visto en su vida. Rufino por su
parte quedó prendado de esos ojos oscuros, brillantes, colmados de picardía. El
joven disfrazó sus emociones tras una educada reverencia, mientras que Alba
bajó la vista para evitar que él notara el rubor de sus mejillas.
En unos días subo el archivo completo así lo pueden disfrutar...